El viernes, mientras en Bruselas los peores cerebros del continente preparaban el rescate, o lo que sea, de nuestro país, aquí, los mayores genios de la francachela, los Defensores, se reunían en un lugar secreto para celebrar lo que sería la III Cena Defensora, una reunión en la que los temas baloncestísticos se dejaron de lado y en la que la virilidad y el sentimiento defensor estuvo siempre a flor de piel. Los Defensores, un equipo que no necesita rescate si no es en el momento de desalojar las duchas y que no precisa financiación si no es para pagar la cuenta del bar, cerraba así una temporada triunfal en la que los éxitos han desbordado todas las espectativas y cumplía de paso con sus cuentas pendientes con dos de sus más asombrosos jugadores como son José Ignacio, retirado el año pasado por una lesión y Miguel Angel, removido de nuestras filas por oscuros conturbenios financieros que esa noche nos decía no adiós, sino hasta siempre.
Los Defensores levantan la única copa que han ganado |
Entonces, como no podía ser de otra manera, con las bebidas más intensas, dio comienzo el punto álgido de la cena con la ceremonia de honor para nuestros agasajados. Abrió la ceremonia el discurso del Capitán Pakhicius con la ya famosa frase "Es de justicia..." cuya pronunciación produjo un estallido de aplausos por parte de sus camaradas que aquél supo agradecer. Tras dar las gracias también a la comisión de festejos por la organización de la existosa Cena, que consiguió reunir nada menos que a doce Defensores entre antiguos y actuales, el discurso derivó hacia el acto de retirada de camiseta del Excelentísimo Caballero Defensor José Ignacio, nuestro más insigne caído, que recibió de manos de la dirección una placa conmemorativa del acto, representativa de esa retirada de camiseta tan justa como merecida. El mismo acto se repitió en la persona del Excelentísimo Caballero Defensor Miguel Ángel, al cual se le hizo entrega no sólo de la misma placa, que daba fe de la también justa y merecida retirada de su camiseta, sino de otra más. Se trataba de la Real Cédula de Otorgamiento en la que se imponía una de las más graves misiones que haya tenido Defensor alguno, la expansión, por primera vez en su historia reciente, de la grey Defensora más allá de sus fronteras. Los Defensores entregaban así parte de su indentidad a quien saben que no les fallará porque su carrera así lo atestigua y pagan como sólo ellos saben, con más obligaciones y sacrificios, la entrega y la camaradería de quien se ha convertido en estos años en uno de sus buques insignia, nuestro compañero Miguel Ángel. Saltándose el protocolo, el camarada Álvarez quiso decir unas palabras sobre el vacío existencial que en la vida nocturna cesaraugustana deja nuestro querido amigo, unas palabras acertadísimas y que suscitaron el acuerdo general.
Emotivo momento de la retirada del dorsal número 15 que José Ignacio recoje de la Dirección |
Las palabras se quedan cortas y el camarada Migel Ángel se funde en un sincero abrazo con el subcapitán Furillo |
![]() |
Dibujo original de Furillo para la camiseta conmemorativa de los 100 partidos |
El abandono del lugar, a altas horas de la madrugada, se produjo entre la admiración más absoluta hacia los Caballeros Defensores por parte de personal asistente, que observaba estupefacto y con un punto de envidia, cómo aquellos hombres desfilaban inconscientemente orgullosos ante ellos portando la camiseta conmemorativa, de un discreto amarillo. La admiración se extendió a otras localizaciones de la ciudad por donde los ilustres Defensores se dejaban caer aleatoriamente para remojar sus bizarros gaznates, ejercitar sus cuerpos en acrobáticas danzas o fusionarse en masculinos abrazos, máxima expresión de unos sentimientos que, de tanto en tanto, afloraban de lo más profundo de sus corazones.
El resto, como suele decirse, es historia. La historia de unos hombres que han unido sus destinos en el disfrute común y que han demostrado que si saben pelear como nadie en las canchas no son mancos a la hora del asueto, del solazamiento y de la holganza. Defensores, llegará el momento de volver a la batalla y al sufrimiento, pero de momento nos hemos ganado unos días de permiso, los que han comenzado con la fantástica, plena de éxito, sentimental e inigualable III Cena Defensora.
¡RAVUS ET FLAVA!
2 comentarios:
Gran crónica me una inolvidable III Cena Defensora. Todavía siento la amistad y la Camaradería fluyendo por mis venas, enfebreciendo mi saturado cerebro, o quizá es que apenas me he repuesto de la resaca... en cualquier caso mando desde aquí un abrazo sincero y viril a todos mis camaradas que disfrutaron espero que al menos la décima parte que yo de tan insigne evento. Desde aquí quiero proponer para el Premio Cervantes a mi querido hermano y capitán por esa encíclica bizarra que constituye la Cédula y que a partir de ahora se estudiará y analizará, sin mucho éxito estoy seguro, en las clases universitarias de lengua española intentando comprender ese léxico inextricable, histórico y porqué no decirlo viril.
RAVVS ET FLAVA
Mis palabras palidecen a la sombra de este magnífico panegírico que nuestro prócer ha escrito sobre la III Cena Defensora. No obstante, quiero dejar constancia de mi gratitud hacia la Comisión de Festejos y la Capitanía General de los Defensores por la celebración de tan magno evento. No queda más que señalar que, dado el éxito de convocatoria y el nivel de francachela alcanzado durante la celebración de esta última Cena, se instaure definitivamente el calendario oficial de Cenas Defensoras, que habrá de constar de al menos dos fechas; una para saludar la nueva temporada acorde a los ritos que nos han hecho célebres y otra para despedir el campeonato tal y como hicimos el viernes pasado. También propongo el Ribeiro, local que haciendo gala de un gusto exquisito supo acoger y agasajar a los viriles defensores, como centro de operaciones festivas del club; al fin y al cabo es difícil encontrar un tugurio en el que se pueda dar la guerra que dimos hace cinco días sin que nadie llame a la policía. El tema del patrocinio habría que pensarlo detenidamente y someterlo a votación; personalmente lo de comprometernos a almorzar allí todos los fines de semana lo veo inviable, pero si el tipo se conforma con dos cenas al año y un vermú de vez en cuando... Todo es cuestión de hablarlo.
Dejo ahí mis reflexiones acerca de la III Cena Defensora, cita sin mácula alguna, con la excepción hecha de aquellos travestis que Furillo prometió y que no llegamos a catar; confío en que David, maestro de libertinos y avezado en el arte de la sinvergonzonería, sepa subsanar este pequeño fallo en la futura Cena Defensora. Hasta entonces, que nadie piense que los Defensores duermen aturdidos por los laureles de sus éxitos, ya que queda una campaña por planear, con grandes fichajes y la recuperación de alguno de nuestros buques insignia, puesto que a Ricardo y a Pepino les vamos a taladrar las meninges hasta que vuelvan a vestir la elástica gris y gualda. En cuanto a los camaradas y hermanos, José Ignacio y Miguel Ángel, sólo me queda decir que ha sido un placer, un orgullo y un lujo ducharme con vosotros, pero esto no es un adiós, ni mucho menos, ambos tenéis una misión: Miguel Ángel, intruyendo nuevas tropas defensoras con las que tomar la capital del Reino y expandir el ideario defensor, y José Ignacio recolocando dedos fuera y dentro de las duchas gris y gualdas.
De este modo, henchido el pecho por la virilidad y el orgullo de pertenecer a tan noble estirpe que engalana y da lustre canchas y duchas doquiera que va, sólo me queda declamar a los cuatro vientos nuestro grito de guerra y desearos a todos unas felices vacaciones, nos vemos dentro de poco.
¡¡¡DEFENSOREEEEEEEEEEEEEEEEEEES!!!
Publicar un comentario