lunes, 14 de diciembre de 2009

El último Dragón

Permitidme esta personalísima entrada que espero no os haya resultado muy tediosa. Leyéndola he recordado mis tiempos de mili cuando serví en este mismo Regimiento que ahora desaparece. Aquellos tiempos en el frente descorchando botellas de champán con nuestras bayonetas en la cantina mientras fuera atronaban las bombas, acribillando dianas con ráfagas de nuestros fusiles automáticos entre risas y maldiciones. Allí aprendí muchas cosas, el valor de un Bollicao a media mañana, cómo escurrir el bulto en las formaciones, un montón de canciones heroicas que cantar durante las borracheras, a dar sentido a horas de imaginarias, a tener amigos en las cocinas, a llevar con elegancia los dedos gordos por dentro del cinturón o a dar sonoros taconazos una vez alcanzado el grado de güis. Pero leyendo este artículo he visto las cosas con perspectiva y muchos pequeños detalles sin aparente conexión para el profano han cobrado un nuevo sentido: el color del uniforme original de los Dragones "casaca amarilla con detalles negros" (una tonalidad de gris), los "mílites cultivados" que lo formaron, la leyenda del Regimiento alusiva al éxito nacido del fracaso, su servicio en la defensa de la ciudad... son datos que no podemos obviar y que nos remiten a nuestra propia historia.
Todavía recuerdo aquellos tiempos en los que no era más que un joven imberbe, mucho antes de alcanzar la oficialidad que ostento ahora. Recuerdo sobretodo las palabras de mi Capitán cuando sabiéndose ya copado por el enemigo me mandó llamar a su derruido despacho: - Muchacho, todo está ya perdido. El Regimiento está condenado y ninguno de nosotros saldrá de aquí, esos malditos políticos han conseguido que ninguno sobrevivamos a ésto. Pero tú debes salvarte. He dispuesto todo para tu evacuación inmediata a un lugar seguro.- De nada sirvieron mis negativas y mi disposición a permanecer junto a mis compañeros en aquel trance supremo.- Acaso tu misión sea la más difícil -dijo entregándome mi licencia- tu encargo no es otro que el de dar fe de lo que fuimos y los valores que defendimos, de dar sentido a nuestro inmolación, de mantener vivos nuestros colores.- Aquella imagen con el uniforme cubierto de polvo fue la última que guardo de él. A veces los rostros de mis viejos compañeros se me aparecen en sueños, del Cabo Raúl, hombre de acción agobiado por el papeleo, de Rafica contando granadas en el polvorín, de Angelico acicalándose para salir de permiso y tantos otros, todos sacrificados para que hoy esté yo aquí. A veces veo los rostros de mis viejos compañeros riendo mientras de fondo suena la música del Puente sobre el río Kwai y sus nombres aparecen en los títulos de crédito.
Allí donde estéis: ¡Hasta siempre camaradas!




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