martes, 23 de noviembre de 2010

Polvo eres: Defensores 31 - Pitera 51

Estamos en la última jugada con anotación del partido a un minuto del final: los Defensores capturan un rebote tras fallo del rival, el balón acaba en las manos de Pakhicius, accidental base del equipo, si bien con capacidades contrastadas. Bota rápidamente, levanta la cabeza y ve a Furillo levemente desmarcado en la otra mitad del campo, parece imposible hacerle llegar el balón pero aún así lo intenta. La pelota llega con precisión milimétrica a las manos del Defensor que en una décima de segundo debe decidir qué hacer con ella. La situación no es favorable, el Defensor más cercano es Pakhicius, quien en la línea de triple de su propio campo acaba de pasarle el balón y nadie en su sano juicio podría pensar que un pase al Capitán tuviera éxito, pero aún así el hermanísimo lo intenta. Son muchos años de romper muebles en casa jugando en canastas de malla de naranjas, de dejarse los dedos en artesanales juegos de básket para preguntarnos ahora porqué ese balón va a alcanzar su destino. La bola, con un efecto endiablado, atraviesa la muralla de dos jugadores rivales que ven impotentes cómo su defensa es traspasada con habilidad. Hay un último defensor rival que intenta cortar el pase pero el efecto hace que el balón quede muerto en la parte alta de la botella, un chasquido delata su cintura rota. No es normal que algún Defensor alcance ese balón pero ya hemos demostrado muchas veces que somos unos anormales. Pakhicius, quien hasta hace unos microsegundos se hallaba en su campo, aparece como por ensalmo en el lugar preciso y ante el cadáver de su contrincante se lleva el balón como si se hubiera untado las manos en pegamento o algo peor. El cincuenta por ciento de la heroicidad estaba conseguida pero aún quedaba el otro cincuenta. El Capitán atrae la bola a su ser mientras da dos prodigiosos pasos y se alza majestuosamente en el aire como Nureyev en El Baile de los Cisnes. El último rival hace un esfuerzo y aún con parte de su cuerpo inválido se lanza a taponar la entrada como un zombi. Pakhicius, ya en el aire, ve llegar el ente piteril y sus aviesas intenciones. En unos segundos que parecen eternos, recoge su mano ya extendida para ejecutar con bella factura la entrada, deja pasar a su adversario y vuelve a desplegar con prodigiosas dotes su brazo que, con inusitada precisión, coloca el esférico contra la tabla y éste, con un rebote, entra mansamente en la canasta. Tras el salto, una nube de polvo se levanta del parqué y el capitán Defensor queda inmóvil con sus perfilados músculos todavía tensos por el esfuerzo y los restos de su melena ondeando al viento, mientras resuenan a lo lejos los ecos del Sitio de Zaragoza. El banquillo es un clamor, las gradas con nuestra aficción(ada) prorrumpen en un alborozado grito de júbilo incontenible, los visitantes enmudecen ante tan orgiástica muestra de gozo. ¿Han ganado los Defensores el encuentro?, ¿se ha consumado la sorpresa?, ¿son los protagonistas de la mejor jugada de la jornada?, ¿estamos acaso ante el mejor equipo de la Social?...
... cuarenta minutos antes...
El partido comienza con una empanada Defensora. Cuando las cosas se hacían bien no se conseguía canasta pero cuando intentábamos hacerlo mal, lo bordábamos. La situación arrojó un marcador de 0 a 8 en el minuto siete. Al final del cuarto, 4 a 12. En el segundo las cosas no mejoraron al principio, de hecho otra vez el minuto siete señalaba la máxima diferencia, 6 a 21. A partir de ahí, el partido funcionó con la especialidad de los Defensores “los arreones”. El primero se produjo con el concurso de Furillo, uno de los destacados, que nos hizo ponernos 13 a 23 cuando quedaba un minuto para el descanso. Lamentablemente a todo arreón le seguía un contraarreón del mismo orden pero de signo contrario. Un parcial de cero a siete dejaba las cosas como estaban 13 a 30. A la vuelta del descanso acaeció el segundo arreón Defensor, esta vez por mediación de Miguel Angel, que con dos triples nos acercaba 23 a 34. Pero una nueva contrarreacción del rival hacía que en el electrónico figurase un 25 a 44. Así las cosas el último cuarto no fue más que un intercambio de golpes que acabó con el marcador ya sabido y con la jugada reseñada al principio de la entrada. Los Goriosos Defensores caían ante un rival superior, que tiene un gran potencial bajo los aros (hasta cuatro jugadas de falta con canasta y tiro adicional consiguieron) y al que hay que dar la enhorabuena porque de seguir así corren el riesgo de acabar en la primera posición. Los tiros libres, aún cuando en este partido no fueron decisivos, siguen persiguiéndonos, esta vez cuatro anotados de catorce lanzados, lo que supone un acierto de 28’571428 periodo.
Es hora de responder a las preguntas que se formulaban antes. Y efectivamente la respuesta a esas preguntas es afirmativa. Los Defensores, que superan a sus rivales en todos los órdenes, caen por la sutileza de unas cuantas canastas. Sabemos que es injusto pero así es este deporte, cuando nos dijeron que existía y que no hacía falta pasar un examen para jugar a él, asumimos las consecuencias. Pero que nadie se equivoque, los Defensores muestran las cicatrices de sus derrotas, dentelladas rivales que no corroboran sino que este equipo todavía permanece en pie. Porque, ¿qué mérito tiene ganar siendo el mejor?. No amigos, los Defensores quieren alcanzar el éxito a través de la torpeza, vestir las túnicas de los vencedores sobre los harapos de la incompetencia, colocarse los laureles de los campeones con la impericia de los ineptos, subirse al olimpo a través de las escaleras de la ignorancia más atroz. Sólo así nuestra misión tendrá éxito y creedme compañeros si os digo que lo estamos consiguiendo.
Infernum Defensorum in gloria transformavit, así pues:
¡DEFENSORES!

1 comentario:

defensor13 dijo...

ah... la liga del Patillo, Joao Brazil, Papelerías Valero, El Jabato, Retales Lancis, Fontanerías Abad, Fú-Manchú, Fabián... Esos partidos de diez minutos antes de ir al autobús... sin duda aprendimos algo, ¿el qué?, quizá... ¡la gloria!
DEFENSOREEEEEEEEES!!!!